La filósofa y astrónoma Hipatia no cesa de interrogarnos cuando se dirige a sus alumnos, a los notables de la ciudad, a sus discípulos y a sus esclavos. Atea y humanista, su silueta se eleva, hierática, de una fragilidad demasiado fuerte: el librepensamiento siempre amenazado por los fanatismos. Allí, en Alejandría, los politeístas, los judíos y los cristianos están enfrentados. Estos últimos en particular, rebaño fanatizado, dogmáticos de mandíbulas apretadas, a grandes voces claman por el exterminio de mujeres y niños. Son los siniestros parabolanos, guardia personal del obispo y nave capitana del extremismo cristiano.
La joven y bella Hipatia opone la razón a la barbarie, los valores humanistas a los dogmas, el librepensamiento a la prédica, la liberación del ser humano a la sumisión. Todo eso expresado con rigor y grandeza. ¡Ah, la meditación de Hipatia en la terraza silenciosa que domina la ciudad! Ella se pregunta sobre el movimiento de nuestro planeta, metáfora de la razón que trata de penetrar los secretos de la barbarie humana.
Jean Favry
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